Jota

Conozco a Jota desde hace algo más de dos años. Anoche tomamos unas cervezas y luego fuimos a cenar l@s dos sol@s (sí a cenar) (y sí, l@s dos sol@s)...Tomamos una cesta espectacular y nos comimos hasta el envoltorio... Yo me sentí más relajada que nunca con él y él... pese a su reciente adicción al móvil, creo que también estuvo cómodo y lo pasó bien.
El caso es que luego, no recuerdo dónde estábamos, ni por qué pasó... pero me dio un beso...
NOOOOOO... no penséis mal, no fue el típico beso de película ni nada por el estilo... fue un besito en la mejilla, pero con una fuerza y una espontaneidad que me dejó como en pause: ¿sabéis estas películas de acción en las que se oye la música hasta con las uñas de los pies y el malo da el puñetazo a cámara lenta para que el espectador pueda ver la expresión de fuerza y la vena marcada de ira en la frente del agresor y la cara de idiota del otro cuando parece que sus dientes se suicidan? Pues así lo viví yo todo.
De repente empezó a sonar la música, yo pensaba que era la de la guerra de las galaxias (más tarde, he descubierto que se trata de 'odisea en el espacio'), él empieza a girar la cabeza y... puuum-paaam-piiim: chaan-chaaán (esto tiene que leerse con la música de fondo, claramente): toma beso!
Y claro, la peor parte viene por la noche, cuando yo me voy a la cama y (ojo: SIN QUERER) sueño que, después de una super carrera, decidimos quitarnos los deportivos en mi cama, y entonces vuelve a sonar la dichosa musiquita: él me da un beso en el cuello, yo le miro esos inmensos ojos verdes y de repente me encuentro coronando la cima de su everest (donde la música de kubrik deja paso a esos gorgoritos celestiales de película cursi) y tengo ganas de quedarme allí para siempre.
Lástima que Jota no crea en los 'para siempre'.