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Mostrando entradas de agosto, 2015

Caperucita se saca las bragas y los miedos a bocaos

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 Ella tenía 11 años y él treinta y tantos.  Ella llevaba bragas blancas de algodón y él dientes afilados.  Y pasó lo que tenía que pasar... que se le comió la inocencia.  Porque hay marcas que no se ven, pero están.  Y es de valientes acariciarlas mientras te corres o te enfadas. O gritarle al mundo entero lo que te salga del coño cuando te dé la real gana. Que las caperucitas se sacan los miedos a bocao limpio.

Ayeres, aullidos, arañazos y orgasmos

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 Julia está enamorada de Ana.  Pero Ana se fue y, aunque viven en la misma ciudad, aún no ha vuelto.  Julia ha malaprendido a vivir sin Ana, pero aún no ha aprendido a vivir sin ella misma.  Sin la que era y ya no.  Y los lunes va a llorar a un rincón lleno de graffiti y de yonkis a ver si de rebote la pinchan y ni aun así...  y los miércoles se acuesta con su vecina de arriba porque Silvia le quita las ganas de llorar. Y la hace reír.  Y Julia ya no se acordaba de lo que era reír, ni que alguien la mire con cariño y sin soga, ni pasar un sólo día sin mirar de reojo el balcón.  Y se siente culpable y se autoflagela quizás, para intentar no olvidar que es buena persona a pesar de los orgasmos.