Y cuando abrí la puerta era un hombre herido pidiendo tiritas y polvos
Por la tarde, la mujer fatal y el hombre irresistible se encuentran en un café con las paredes de color ocre. Se miran a los ojos; saben que esta vez será la última. Tanto a la una como al otro, desde hace semanas se les ha venido haciendo evidente la fragilidad del hilo que les había unido hace tres años y que los hacía llamarse a todas horas, vivir el uno por la otra; una desazón tal que ni las tardes de domingo eran aburridas. Ahora el hilo está a punto de romperse. Ha llegado el momento de poner en duda el amor que se tienen y... terminar.
Antes se veían casi cada día y el día que no se veían se llamaban por teléfono, aunque estuvieran en mitad de un congreso en Escocia. En las últimas semanas apenas se han visto tres veces, y no han sido encuentros alegres. Sin habérse dicho nada, l@s dos saben que el encuentro de hoy es para despedirse irremediablemente. Han llegado a tal punto de compenetración que a ningun@ de l@s dos le hace falta explicitar que se aburren porque l@s dos se dan cuenta de manera simultánea. Se cogen de la mano y recuerdan (cada un@ de ell@s en silencio) la perfección fornicaria a la que habían llegado en los últimos tiempos: ell@s mism@s se maravillaban. No es nada extraño que, al lado de acrobacias como ésas, el resto de sus vidas les parezca insípida. Acaban el café, se dicen adiós y se va cada un@ por su lado. Ella ha quedado para cenar con un hombre; él ha quedado para cenar con una mujer.
Después de los postres, la mujer fatal tarda hora y media en meterse en la cama con el hombre con el que ha quedado. El hombre irresistible tarda tres en meterse en la cama con su acompañante. L@s dos se descubren a sí mism@s haciéndolo de forma tan torpe que se emocionan. Qué pasividad! Qué impericia! Cuánta ansiedad! Cuánta impaciencia!
Les queda por recorrer un camino bien largo hasta alcanzar con l@s nuev@s amantes la perfección a la que acaban de decir adiós esta tarde, con un café.
Antes se veían casi cada día y el día que no se veían se llamaban por teléfono, aunque estuvieran en mitad de un congreso en Escocia. En las últimas semanas apenas se han visto tres veces, y no han sido encuentros alegres. Sin habérse dicho nada, l@s dos saben que el encuentro de hoy es para despedirse irremediablemente. Han llegado a tal punto de compenetración que a ningun@ de l@s dos le hace falta explicitar que se aburren porque l@s dos se dan cuenta de manera simultánea. Se cogen de la mano y recuerdan (cada un@ de ell@s en silencio) la perfección fornicaria a la que habían llegado en los últimos tiempos: ell@s mism@s se maravillaban. No es nada extraño que, al lado de acrobacias como ésas, el resto de sus vidas les parezca insípida. Acaban el café, se dicen adiós y se va cada un@ por su lado. Ella ha quedado para cenar con un hombre; él ha quedado para cenar con una mujer.
Después de los postres, la mujer fatal tarda hora y media en meterse en la cama con el hombre con el que ha quedado. El hombre irresistible tarda tres en meterse en la cama con su acompañante. L@s dos se descubren a sí mism@s haciéndolo de forma tan torpe que se emocionan. Qué pasividad! Qué impericia! Cuánta ansiedad! Cuánta impaciencia!
Les queda por recorrer un camino bien largo hasta alcanzar con l@s nuev@s amantes la perfección a la que acaban de decir adiós esta tarde, con un café.
traducción del cuento "el determini" (el perquè de tot plegat, Quim Monzó)
Comentarios
Besos
esperemos que no!
lachicadelasbiscotelas: ojalá... oommm...
desorden: :P
alex: yo no lo habría dicho mejor
besitos teteros a tod@s,