Ya no quedan iglesias bonitas a las que ir a llorar


 Mis días son una sucesión de acciones sin adjetivos, 
 un desfile de cosas que no son.
 Una mirada vacía.
 Vacía de presentes.
 Un irse caducando.
 Gerundio verbal como único movimiento.
 Tesoros guardados en cajas, que no se abren.
 Ni para ventilar.
 Polillas en el corazón.
 Zapatos que aprietan.
 Sangre y tinta. Mordaza.
 Naufragio callado. Invisible.
 Baldosas robadas. Bofetadas.
 Rizos de menos. Arrugas las justas.
 Cerebro planchado y punto y final.



Me entran urgencias.
Y suavidades.
Me pido pasar una noche con ella.

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