Con T de 3
El reloj de la pared está parado. Creo
que se le han acabado las pilas.
Me da igual.
No voy a ponerlo en hora.
Tú siempre sonríes.
(Sí, lo sé. Pero me niego a conjugarte en pasado. No me
da la gana.
Habla la rebeldía hecha dolor)
Recuerdo el regalo de reyes que nunca te di.
Igual piensas que no había confianza. Puede que ni derecho.
Sólo quería que te enamoraras. Que te enamoraras bien.
Soy idiota.
Pienso que si pienso en
ti... eres más. Estás.
Pero no.
Y la vida no se para por mucha fuerza que hagas.
Y la gente sigue de botellón,
estrenando coche o pintaúñas o zapatos de tacón.
Es algo inevitable y, sin embargo...
me parece un acto cruel.
Estúpidos.
Siento como si la gente se moviera rapidísimo,
(como cuando le das al botón del vídeo para pasar los trozos que no te gustan)
y a la vez, también es como si todo el mundo se hubiera parado
en seco.
Y me pincha el lagrimal.
Y me cuesta respirar.
Y, no sé por qué no me río con la barriga.
Sé que con el tiempo retomaré el chino,
me enfadaré y me reiré,
puede que me enamore,
me compraré un abrigo nuevo o me
pondré flequillo otra vez.
Pero nunca será igual.
Como el río de Heráclito.
Y esto...
No es necesariamente bueno ni malo.
Probablemente ni tenga sentido.
Como la vida a veces.
Siempre he pensado que, por encima de
todo,
está la supervivencia.
Y yo, me niego a ser una víctima de la
vida.
Yo: superviviente.
Pero hoy, hoy me pido un descanso para
llorarte a gusto.
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