El meu iaio



Mi abuelo era un hombre curioso.
Si le daban a elegir entre la tierra o la misa, lo tenía bastante claro. Y tanto le daba lo que dijera el resto del pueblo.
Por eso se pasaba domingos llenándose las manos de tierra, regando y cuidando sus bancales, que le daban lo más importante: alimento (y no sólo para el estómago)
Amaba la tierra más que a ningún ser humano.
Y quería mucho y muy bien a los seres humanos.
Nunca le gruñó ni le levantó la voz a mi abuela. Jamás lo vi pelearse. Nunca me puso una mano encima.
Siempre admiré esa fluidez. Con él no había tensión (odio la tensión)
No había trompicones ni tiranteces. Los problemas parecían nudos que con simple paciencia acabaría por desenredar.
No sé si nació con mucha confianza en sí mismo o con sobredosis de eso que ahora llaman empatía.
Nadie más entendía la vida y el amor así. Igual por eso conectábamos de esa manera.
La gente no entiende que no grites. Que no odies.
Yo ya lo conocí con canas y con ese intento frustrado de echar agua y más agua al peine para domar esos rizos que le valieron el apodo de: el anillao.
A veces creo que mi madre guardó intacto en su vientre todo el adn que él le había pasado para regalármelo luego a mí.




Comentarios

dEsoRdeN ha dicho que…
Parecía una persona fascinante. Adoro a la gente que hace lo que le sale de las narices, sin importarle lo que digan los demás
begusa ha dicho que…
Era el mejor. El mundo desluce bastante desde que no pasa por aquí...

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