Hoy he vuelto a casa. Después de un mes fuera. Mi vecina se puso de obras y entre ruidos y polvo y demás, decidí irme de okupa a casa del meu germanet. Ha sido raro volver. Volver a la poca luz de un primero. Al silencio supurante. Al inevitable y repulsivo olor a suavizante del tendedero de la vecina de al lado. Es adicta a poner lavadoras. Y me echa de mi propia terraza. Vuelta a coger el coche para todo: trabajo, actividades, contactos sociales. He descubierto que conducir a diario y, sobre todo, depender del coche para hacer cosas, me estresa. Me tensa los músculos de una manera fea, como el olor a cigarrillo que se te queda impregnado en el pelo cuando has estado con fumadores y luego se esparce en la almohada y te cuesta dormir. Aún tengo bolsas en el maletero. No me siento con fuerzas de subirlas todas de golpe a casa. No fuerza física, fuerza mental. Siempre he querido y me ha gustado vivir sola. Y de repente siento ganas de probar a vivir con alguien. Me he puesto...