Swing, cuerpos y futuros



Tengo el labio roto.
(También el dedo gordo del pie izquierdo en cuarentena, pero eso no tiene nada que ver)
Es curioso cómo el cuerpo te avisa de que ya, de que hasta aquí.
Se me rajan las orejas o se me parte el labio o se me caen los bordes de las cejas o me quedo medio-afónica…


¿Sabíais que la cifra de muertes en anestesia es una de cada 14.000? (en realidad la revista de anestesiología decía ‘alrededor de una persona’ pero no entendí dónde tenemos las personas ese ‘alrededor’, así que...)
Este fin de semana han pasado muchas cosas.
He aprendido que tengo un tronco. Es decir, como concepto teórico estaba ahí, me lo enseñaron en el cole, sólo que ahora ha pasado a un plano físico y real y mío. Lo he sentido.
Tengo un tronco.
C. dice: experimenta con tu cuerpo, a ver qué dice.
Frases que calan. En distintas capas. En distintos tempos. Como los medicamentos de liberación retardada.
(últimamente la vida me cruza con mujeres fascinantes y yo, lo disfruto)
También he descubierto que mi percepción corporal ha cambiado desde que bailo.
Y eso mola mucho. ‘Ser consciente’ es como abrir las puertas al campo. Oxigena.
Resulta que quiero volver a hacer yoga por las mañanas.
Quiero ver las pelis que no veo porque no me dejan dejo.
Acercarme más a la gente que quiero, incluida yo misma.
Y, aunque dé vértigo, pensar qué quiero hacer con mi futuro, que es mío y merece todo mi respeto.
Desaprender miedos y aprehender-me.






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