Aguantarse los ríos
Llevo 3 noches
durmiendo en el sofá, en mitad del salón, porque no quiero volver
al cuarto (que ahora es gigante y tiene un color amarillento como de
enfermedad)
No soy capaz de
comer carne, se me revuelve la tripa de sólo mirarla (es algo
físico, ni siquiera llega a intervenir el pensamiento)
No tengo ganas de
nada. No tengo hambre. Si no me forzara, no comería. A veces estoy
tan absorta, tan despistada que ni siquiera me acuerdo.
Muevo el dedo por la
pantalla del móvil buceando por las redes sociales, pero debo ir con
los ojos (o el cerebro) cerrados, porque no me entero de nada.
No veo
nada. Y tampoco me importa una mierda.
(Igual ayer se rompió... o rompí el móvil inconscientemente por alguna cosa de estas psicológicas que nunca entiendo)
Es increíble como
el dolor puede materializarse en una burbuja espesa y opaca, viscosa,
que no te deja vivir más allá de sus fronteras.
He dejado de mirarme
en los espejos y de ponerme pendientes y pintarme los labios.
Mi casa es entre
asquerosa y apocalíptica.
No veo futuro. No
veo el futuro. Ni siquiera quiero mirarlo.
Esta madrugada
pensaba en cómo sería su primer vuelo (la mente y sus torturas)
Lo he imaginado
sobre la lámpara, en la barra que sujeta las cortinas, en mi hombro…
joder, mi hombro.
A la gente le cuento
sólo lo que me parece socialmente aceptable contar. Si les enseño
el agujero negro, igual empiezan a sudar.
Ahora mismo no deseo nada. ni bailar, ni reír, ni ver a gente. Cogería el coche y me iría a
su rincón. A estar con él. A su lado.
Puede que lo haga
después de comer.
A ratos creo que estoy
mejor, pero igual es mentira. Igual sólo me aguanto los ríos.
Y no quiero.
Comentarios