diagnóstico: corazón necesitado de emociones

Me voy. Sin despedidas, ni suspiros inquietos. Este año no habrá llamadas. Ni fotos fingidas. No necesitaré comprarme un vestido nuevo.

Le he dado la espalda a las sonrisas con ecos roncos y arpías.

Me gustan los amores que no necesitan cuadricularse

ni firmar convenios ni ponerse condiciones,

pero que te pesan un quintal (etéreo)

y te arrugan en alguna parte del cuerpo (poco importa si en el estómago o en el dedo gordo del pie).

Van a ser unas semanas duras, pero decisivas. Prometo que no voy a callarme por piedad (ni a hablar por requerimiento o chantaje).

Prometo que no voy a mentir.

Si alguien intenta explicarme la moraleja de un desencuentro: lo muelo a palos.

Si me siento triste y no quiero que me vean llorar o de repente el mundo se me torna insoportable, subiré corriendo las escaleras que conducen a los corredores y meteré la cabeza en una bolsa de papel marrón (como esas que utilizan en las pelis americanas para llevar la compra).

Aunque sienta frío no voy a abrigarme con amores ajenos (y sabes que adoro esa forma que tienes de abrazarme sin manos)

Y sobre todo... Intentaré no enfadarme conmigo misma, porque tengo los brazos demasiado cortos como para luego perdonarme con un abrazo.