Lunes y cornisas



Ayer fue un lunes. con todo su peso.
A eso de las 11 aterrizó sobre el techo del cine de verano abandonado una gaviota.
Estaba comiendo algo que no llegué a adivinar.
Me quedé hipnotizada mirándola nueve minutos exactos.
(cómo desaparece el tiempo cuando estás presente)
Luego se fue acercando a la cornisa. Asomó tanto la cabeza que hubo un momento en que tenía más cuerpo fuera que sobre suelo firme. Dudé por un instante si iba a saltar al vacío.


¿Los humanos somos los únicos animales que nos suicidamos?


Pero retrocedió. Me miró como diciendo: no te angusties, mujer. Y se fue volando.
Por la tarde, cuando las venas temblaban, vino M. a casa y de repente se plancharon todos los tumores.
Nos sentamos en el sofá y vimos pelis chorras.
A veces sólo hace falta estar a gusto con alguien para que día no sea tan grave.




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